Keblinger

Keblinger

Vuestra mirada es dulce

| jueves, 31 de enero de 2013


Poema XVIII de Vengo del Norte, de Aurelio González Ovies
Camina poesía en la Ciudad de México
Plaza Valentín Gómez Farías
el 30 de enero de 2013


VUESTRA mirada es dulce como la edad del mosto,
pero tenéis el seco aliento de la tierra,
la voz más solitaria que el eco de los muertos.

Ella ha venido
para haceros salir de vuestras vidas
con la hierba que absorbe el sueño de los grillos.
Ella ha venido.
Sus manos son recuerdo de todo lo que tocan
y en su carácter viajan las gramíneas del sueño.

¡Ay de vosotros,
ay de vosotros!
Conocemos los libros de la vida,
los eternos volúmenes del tiempo, la juventud
del agua, la mocedad del frío;
somos ya veteranos como el poso del dulce rencor
de los fracasos,
indiferentes como los faros,
rutinarios como el asomo puntual de las estrellas.
Pero aquí está el final de los eclipses,
el verano más íntimo, la marea más dócil.

Os doy el movimiento de los siglos pasados
y el olor de las casas que se quedaron solas.
Os ofrezco la desnudez del grito,
la curtida protesta de nuestros labradores,
la amarga ley de los pomelos.

Hablaremos con manos ágiles,
con pies como raíces,
con templos si es preciso,
y quedarán palabras
subidas a las torres,
manzanos encendidos sobre la primavera,
caminos y montañas y estaciones de ida y promesas
de vuelta.

Vuestra sonrisa es fresca como las pomaradas
entre la amanecida;
buscaremos juntos la provincia ilegal
donde habita el destino en los meses de invierno.

Seremos uno
y necesariamente uno para evitar las guerras
o las sangrientas cifras que originan los pares.
Seremos uno
como la dirección en llama de los girasoles,
como la hidráulica pasión del oleaje,
como el inesperado brotar de la naturaleza.

Una voz, un alma, una palabra,
que es lo mismo que hablar de un hombre entero.

En las viejas miradas

| jueves, 24 de enero de 2013


Poema IX de Vengo del Norte, de Aurelio González Ovies
Camina Poesía en San Miguel de Allende
Parque Juárez, el 25 de enero de 2013

IX

EN las viejas miradas la luna canta tangos.
Soy el antepasado de los que me suceden,
soy un gitano oriundo de la flor de la pena,
soy el giro ancestral de la rueda del carro.
Soy un camino errante. Vengo del Norte.

He traído a mis muertos para que vuestros campos
germinen la promesa,
y ha venido la sangre a llover esta tarde
para que aquí reviente nuestra estirpe
con la fecundidad de los volcanes.
Soy el grisú que flota en las bocas ajenas,
soy el túnel que desemboca en la desesperanza,
soy el marzo que apunta en la rama del verso,
soy el corresponsal de las hogueras.
Vengo del Norte,
de la escritura cuneiforme del acebo,
de los funerales de la agricultura,
de la enorme tristeza con que se aleja el oso,
de la genealogía del pan de leña.
Ella viene conmigo porque es fértil
y amamanta a las mulas;
ella es la pregunta carnosa que rellena los frutos.
Algún día entenderéis por qué la quiero
y por qué come el polvo que levanta el futuro.

Tendremos una casa
y vendrán a cocer pan vuestras mujeres;
tendremos un establo y volverán los gritos de las fraguas.
Yo soy de un domicilio rural como la niebla,
soy el rompeolas de la edad tempestuosa,
soy el deseo marítimo de los de tierra adentro,
soy el invertebrado. Vengo del Norte.

No conocéis el viento ni sus silbidos rubios
cuando el bambú se seca.
Yo os traigo miradas viejas,
ojos parados en el solsticio.
Os traigo la luna en una jaula de lágrimas.
En las miradas viejas la luna enciende tangos.

Vengo del Norte,
del cazador furtivo de los páramos,
del relincho huérfano del asturcón,
de los caserones dorados del poniente.
Ella tuvo un reino detrás de la distancia
y descifra los signos de los que nunca llegan;
ella habla dos mil lenguas como los ojos
y redacta los fósiles de la memoria.

Quedaremos aquí,
donde el humo regresa al fuego,
donde la eternidad no bautiza a sus huéspedes,
donde los dioses son salvajes,
donde la verdad cierra al crepúsculo.
Quedaremos aquí y ella estará orgullosa

como el ave que oculta a los polluelos
debajo de su vuelo.
Quedaremos aquí definitivamente cerca del origen del agua.

Yo no sabía

| miércoles, 23 de enero de 2013

Poema VIII de Vengo del Norte, de Aurelio González Ovies
Camina Poesía en San Miguel de Allende
Instituto Allende. Casa de los Condes de la Canal
El 23 de enero de 2013


VIII


YO no sabía que aquí mirabais el mundo
con los ojos cerrados,
que amabais las cosas con tanto desenfreno,
no sabía nada de vosotros ni de este continente
al que llegamos siguiendo el curso del olvido.

Vengo del Norte,
de los acantilados de un destierro,
de los muelles que esperan la ternura,
de las mareas del último suspiro.
Ella quiere pediros una estrella fugaz para amarrarse
el pelo;
está cansada y ha venido mirando atrás
como los que no vuelven.
Mañana se verá en las aguas y quedará preñada
de las profundidades; mañana, siempre mañana
como hacen las promesas.

Vengo del Norte,
de la edad retorcida de las viñas,
de los poblados rústicos del vértigo,
del alarido febril del urogallo.
Desde ahora poseeréis el delirio de arcilla
que retumba en el vientre de la cerámica,
poseeréis la fuga de las olas, el verbo de la espuma.
Desde ahora beberéis el jugo del pomelo
y plegaréis la simetría del alma en los moluscos
y llevaréis sombreros como los que vendimian
las llanuras del alma.

Yo no sabía que aquí entendíais la prisa de los ríos
y cruzabais la historia en balsas de corteza.
No sabía nada ni de vuestros frutales afrodisíacos
ni de vuestras mujeres migratorias.

Vengo del Norte,
de donde lloran las abuelas cuando suenan las gaitas,
de las escapatorias de los topos,
de las minas saladas de las lágrimas,
de la beatitud que fermenta en los hórreos.
Soy prisionero del salitre. ¿Por qué no preguntáis
cuántos naufragios tengo?
Puedo responderos con una nube.

Ella viene conmigo y en los días bisiestos
la amaré con dos bocas.
Ella es la amada que vieron los pescadores en las afueras
de la niebla.
Ella es la heredera de los faros,
la última gitana de la estirpe del llanto.

Amárrate el pañuelo

|


Poema XIV de Vengo del Norte, de Aurelio González Ovies
Camina poesía en San Miguel de Allende
Calle Suspiros y Jesús
el 23 de enero de 2013

AMÁRRATE el pañuelo como en los días pasados,
para que nadie ignore nuestro origen
y canta la corriente del río hasta que el sol
se oculte.
Somos los campesinos de la aurora,
los habitantes del poblado que da forma a la lluvia,
los dueños del aliento de la leche
y la frescura femenina de los cántaros.

Es tiempo de sembrar la voz que falta,
es tiempo de enterrar el hambre para siempre,
es tiempo de cocer el barro que nos hunde
en la memoria.
Ella podrá deciros los secretos del fuego
y la blanda leyenda del adobe.

Ella viene conmigo como la azul puntualidad
de las mareas
y romperá en espuma tan pronto como el beso.

Vengo del Norte,
de los brazos comidos de una generación enferma
como la misma muerte,
de las canteras del olvido,
de la simétrica antigüedad de los helechos.
Pero llego al fin,
con la esperanza tierna que apetece en los panes,
con el sabor a tierra que define los cuerpos,
con el escalofrío de la sangre.
Vuestras bocas reventadas
nunca más añorarán la gratitud del agua
ni el refrescante rumor de los cerezos.
Yo también sé cómo gritan las hembras
cuando paren criaturas malditas.
Llorad ahora. Ahora. Nunca os abandonaré,
nunca veréis a esos seres queridos
comidos por las moscas,
nunca estaréis tan solos como el suicidio.
Nunca. Mi palabra es promesa.

Vengo del Norte;
parece que fue ayer cuando caía el sol
en la cal de mi ausencia.

Algún día

| sábado, 19 de enero de 2013


Poema XX de Vengo del Norte, de Aurelio González Ovies
Camina Poesía en la Ciudad de México
Calle de Campana. Centro Cultural Juan Rulfo
el 19 de enero de 2013

XX

Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra
Miguel Hernández


ALGÚN día se posarán los pájaros a cantar
en tus brazos,
a descubrir que somos los náufragos del tiempo,
los herederos de una canción de amor
que se escuchaba en las brumas del norte.

Esta es la última primavera que estaremos juntos,
ésta es la última parada que precede al recuerdo,
éste es el tren que sale de la vida
a cada siempre en punto,
ésta es la noche que nos queda para romper en hijos.

Te irás y yo me iré,
pero te llevaré, te llevaré conmigo,
te enterraré conmigo a la sombra de un roble
milenario
y allí tendrás pastores que cuiden tus cenizas
y verás la oquedad montañas
y te despertarán los gallos de los dioses.
Todos los lenguajes quedarán sin tu nombre
y entonces las palabras brotarán en los prados
y arrancarán tus sílabas deshojando te quieros.
Hay alguien en el viento que recoge tu semen
y lo esparce a lo lejos. Hay alguien
que prohíbe tu mortal hermosura.

Te irás como una hora de labranza
dejando surcos llenos y un retorno.
Te irás como un camino hacia las estaciones.

Has sido tantas cosas que quedarán vacíos los sonidos
y morirán los números.
Pero estarás conmigo,
te encontraré un paisaje donde tus ojos crean
que la muerte es la vida en otra parte
con el mismo manzano, la misma casa al norte,
los mismos rostros gratos y el mismo perro.

Algún día los ríos terminarán enteros en tu boca
y molerás de nuevo esa nostalgia que madura en agosto
entorno a los maíces y a las romerías.
Tendrás jóvenes llenos de salud
que adorarán el árbol y encenderán sus fuerzas
en las paganas noches de solsticio.
Tendrás enamorados
y bueyes que carreten su ajuar a otro destino
y bosques silenciosos
y casas encaladas con sus cuadras, su estiércol
y su niño comiendo el primer bocadillo.

Te llevaré conmigo
a una lluvia que caiga sin rozar los balcones
a que se asoma el tiempo
para decir el nombre del que ha sido elegido;
a una noche estrellada
donde sobren los faros y te vean los barcos
desde la lontananza.

Esta es la última vez que te veo llorar
sobre la historia.

Si volvemos

| jueves, 17 de enero de 2013





Si volvemos, de Carlos Marianidis
Camina Poesía en Tequisquiapan, Querétaro
Puente Viejo, el 13 de octubre de 2009


Si después de esta vida existe un tiempo,
un lugar donde ir, otros caminos;
si volvemos a estar, pero distintos
y nos queda de hoy algún recuerdo,

tengamos algún plan para que, al vernos,
nos acerquemos sin ningún motivo.
Trataremos de darnos un indicio
para saber si somos quienes creemos.

Harás algo, si es que me ves primero,
para que no me vaya de ese sitio:
un destello, un perfume, un movimiento...

Y yo te nombraré con mil sonidos
y como un pajarillo, en cada hueco,
preguntaré si estás... e iré contigo.

Uno (otoñal)

|

Uno (otoñal) de Marcelo Suárez De Luna.
Camina Poesía en Tequisquiapan, Querétaro
Río San Juan, el 1 de octubre de 2009


Seguramente es el otoño que llegó
con su frío
de árboles marrones
y lloviznas
repartiendo melancolías.
Pero uno que va de contramano
por las calles de la vida,
arranca el día alegre
con vientos en la cara
revuelta de hojas secas
tomando mate mientras la vida pasa
en la sonrisa de una niña.
Uno se pregunta por qué será
que siempre estamos esperando
mil mañanas;
que vuelva el calor,
que llegue el viernes.
Y sin embargo ahora hay una fiesta
de grises y marrones
(también amarillos)
en el cielo y en la tierra
que nadie parece agradecer.
Excepto uno que va de contramano
por las calles de la vida y espera
que lleguen otros invitados
a esta fiesta otoñal
que es suave y sutil
como la vida a veces.

Qué doloroso

|



Qué doloroso es amar, de Joaquín Dicenta
Camina Poesía en la Ciudad de México
Chimalistac, el 17 de enero de 2013

¡Qué doloroso es amar...
y no poderlo decir!
Si es doloroso saber,
que va marchando la vida
como una mujer querida,
que jamás ha de volver.
Si es doloroso ignorar,
donde vamos a morir;
¡más doloroso es amar...
y no poderlo decir!

Triste es ver que la mirada,
hacia el sol levanta el ciego;
y el sol la envuelve en su fuego
y el ciego no siente nada.
Ver su mirada tranquila,
a la luz indiferente
y saber que eternamente,
la noche va en su pupila
bajo el dosel de su frente.

Pero si es triste mirar
y la luz no percibir;
¡más doloroso es amar...
y no poderlo decir!

Conocer que caminamos,
bajo la fuerza del sino;
recorrer nuestro camino
y no saber donde vamos.
Ser un triste peregrino,
de la vida en los senderos,
no podernos detener,
por ir siempre prisioneros,
del amor o del deber.
Mas si es triste caminar
y no poder descansar
mas que al tiempo de morir;
¡más doloroso es amar...
y no poderlo decir!

Vivir como yo soñando,
con cosas que nunca vi;
y seguir, seguir andando,
sin saber por qué motivo
ni hasta cuándo.
Tener fantasía y vuelo,
que pongan al cielo escalas
y ver, que nos faltan alas,
que nos remonten al cielo.
Más si es triste no gozar,
lo que podemos soñar;
no hay más amargo dolor,
que ver el alma morir,
prisionera de un amor
y no poderlo decir.

Leonor de Aquitania - Joaquín Dicenta

Hoy tienes en el alma

|

Poema V de Vengo del Norte, de Aurelio González Ovies
Camina Poesía en la Ciudad de México
Chimalistac, el 17 de enero de 2013.


V
HOY tienes en el alma noche de luna llena,
tu eternidad aúlla detrás del pensamiento,
en las dunas del dolor que hemos dejado atrás
para llegar aquí y estar tan solos.
Encargaré a los pinos que lacren tu conciencia
con resina salvaje,
y entenderás el llanto de los lobos,
los frágiles dialectos de los copos de nieve.

Serás la reina aquí. Serás la enredadera que suba
por el tronco de mis árboles,
serás la milenrama que busquen los enfermos de esperanza.

Vengo del Norte,
de donde las sirenas siguen llamando a Ulises,
de donde los recuerdos se borran con la lluvia,
de donde los destinos se reman con los brazos muy abiertos.
Ella viene conmigo
para daros a luz una provincia de perfumes.
Ella trae las cenizas del gélido nordeste.
Vengo del Norte,
a encender las luciérnagas de vuestra soledad,
a tatuaros la piel con el rumor de los enjambres.
Mi silencio revienta como la pasión de las legumbres.

Aquí extenderemos las paredes de nuestro nuevo mundo
y ella tendrá un estanque y un sueño de pizarra
y unos ojos azules como los dioses áticos.
Quiero que la felicidad desprenda la fragancia
de los albaricoques
y se siente a morir cada tarde un momento.
Si me miráis así seré un poco más viejo que la tierra,
porque vuestras pupilas giran con el vapor de las embarcaciones
en que navegan los antepasados.
Ella tiene dos pueblos hundidos en el alma
y en noches como ésta habla con el acento de los pantanos;
lleva en el corazón un campanario
para que nunca más estéis tan apartados de las golondrinas
y sepáis la hora por su tristeza románica.

Vengo del Norte,
de una aldea tranquila donde la muerte viaja en un tren
de carbón,
de la llamada azul de los afiladores,
de una granja apartada de todos los destinos.

De dónde soy

| miércoles, 16 de enero de 2013


Poema II de Vengo del Norte, de Aurelio González Ovies
Camina Poesía en la Ciudad de México
La Castañeda y el muro antiguo
El 16 de enero de 2013

II
De dónde soy, me pregunto a veces, de
dónde diablos
vengo, qué día es hoy qué pasa.
Pablo Neruda



VENGO del Norte,
de donde la tristeza tiene forma de alga,
de donde los siglos son muy anfibios todavía,
de donde las grosellas son un veneno puro
para beber un trago cada noche.

Vengo de allí a conquistar paisajes malheridos,
a dar voz a los ecos de estos valles
que nunca se han hablado más que con señas de humo.
Ella viene conmigo,
con todos los caminos enroscados al cuello
y una perla de hambre colgada de su frente.
Quiero vallar aquí la eternidad para todos los míos,
para todos los hombres que desciendan de un padre
carpintero,
para todos los muertos condenados a girar esas aspas
del eterno retorno.

Mirad aquellas tierras, aquellas plantaciones
de pájaros mojados,
mirad aquellas granjas donde todos los días
el sol devora el pan.
Mirad y, por última vez,

podéis llorar al pie de los lechos del trigo
que agoniza.
Porque vengo del Norte,
de donde nunca anidan las cigüeñas
porque las torres tienen que apuntalar el cielo;
de donde el frío habita el carbón de los lápices
y hay una flor gitana que cura el desencanto.

Vengo de allá,
de un paseo marítimo alumbrado con gas de calaveras
y estrellas de carburo.
Ella viene conmigo porque lleva en el vientre
más de doscientas conchas
y un hijo sin edad como los faros.

Ahora la prisa está bajando su marea,
ahora las caracolas tienen un rey de nácar,
ahora cada ola desemboca un destino
y yo os vomitaré un mar
para que nunca más os encontréis solos,
para que los auspicios os lleguen en botellas
y podáis escribir al horizonte.

Vengo del Norte,
y sé un poco del trayecto de la muerte
porque allí desembarcan sus galeras.
Escuchadme y seguidme,
os traigo grana verde de la palabra
que sangran los manzanos
y dentro de unos años nuestra felicidad podrá estar
muy madura.

Desde las ventanas

| martes, 15 de enero de 2013


Poema VI de Vengo del Norte, de Aurelio González Ovies
Camina Poesía en la Ciudad de México
Iglesia de Santo Domingo, Mixcoac
el 14 de enero de 2013

VI
DESDE las ventanas de tu cuarto
verás esa llanura donde habitan los hombres
que no tienen a nadie,
esos seres que escancian la nostalgia en las cubas sin fondo
de la niebla.
Verás todos los faros de la mitología
y a todas las esposas que esperan el regreso de los barcos.

Ha llegado a tu piel la primavera, ha llegado la pascua
a los laureles de tu aliento;
tendrás que bendecir estos terrenos
con la oración que traes escrita en el cansancio.
Ha llegado el momento de que pintes las flores
con el betún reciente de tu lengua materna
y pongas a los sauces a llorar para siempre.
Te nombrarán la dueña del espacio silvestre,
la artesana del polen,
la molinera azul de todos los panales
y cada abril que venga te pedirá permiso
para hacer el amor sobre la tierra.

Aquí serás feliz yéndote con las fuentes a conocer
lo efímero,
a comer fresas ácidas a los ocasos,
a bailar en las fiestas que hacen los campesinos.
Serás feliz y hermosa
y verterás dolor al tinte de las malvas
y llevarás pendientes como los manantiales
y te deshojarás toda en noviembre.

Estaremos tan sanos que en cada aniversario
la edad no llegará porque habrá nieve
y pasarán los años con el retraso de las indecisiones.

Desde las ventanas de tu cuarto
verás la enredadera de la costumbre trepando vida arriba
y no echarás de menos tu estancia en otra parte.
Jamás serán los días un eco indiferente
de las agrias campanas de los abutilones.
Quedaremos aquí,
apoyados en estos corredores donde cura el futuro.

En tus dominios

|

Poema IV de Vengo del Norte, de Aurelio González Ovies
Camina Poesía en San Miguel de Allende, Guanajuato
Cuesta de San José, hacia el Atascadero
el 11 de enero de 2013

IV
EN tus dominios las horas surgen de la nata,
de los campanarios del deshielo, del alma de la leche.
Esta es la estación de las promesas,
el mes por donde cruzan los afluentes del tiempo
y donde cogen agua las almas sin oficio.
No tengas miedo; la eternidad es húmeda
como los besos tiernos de una boca inundada.

Deja aquí nuestras cosas,
esta es la temporada de frutos deliciosos,
de américas y tangos maduros de coraje.
Deberías ponerte este pañuelo para pisar la vida
que palpita en las uvas
y viajar a la siega de nombres imposibles.
Canta como si hubieras estado muchas veces enamorada
del verano,
como si hubieras ido muchas tardes a las tradicionales
danzas de las espigas,
como si hubieras nacido para morir en una vieja mina
de amapolas.

Estas tierras han sido reservadas para el más allá
de los desesperados.
Por aquí han pasado muchos otros a preguntar a dios
cuántos pasos nos quedan al destino.
No tengas miedo; come unas bayas de esa esperanza roja
de la sangre del mundo;
prométeme, prométeme. Esta es la estación de las promesas:
de decir que estás acostumbrándote a no llevar la carne,
de empezar a ser un girasol de cicatrices,
de celebrar el llanto de la Naturaleza.

La mentira está dentro de todos los arbustos,
de todos estos seres que han echado raíces
sobre sus propias sombras,
pero tú necesitas una droga de barro,
un tallo de papiro que conserve los signos
de tu belleza acuática.

Aquí las horas no dejarán huella en tu mirada
porque las horas surgen de la leche que ordeñan los
montañeros,
de las ubres hinchadas de una madre parida.
Yo te prometo ser el campesino de todos tus dominios,
la voz que te detenga la lluvia y el granizo
cuando estén en flor aún los cerezos dispersos por tus labios;

Esta es la estación de las promesas,
el tiempo en que la tierra se abre como los sexos insaciables,
es la estación más larga de la vida.

En tus manos los pueblos

|

Poema VII de Vengo del Norte, de Aurelio González Ovies
Camina Poesía en San Miguel de Allende, Guanajuato
Cuesta de San José (hacia Correo)
el 11 de enero de 2013

EN tus manos los pueblos se verán a lo lejos
como un olvido entero de luciérnagas
y pasarán los trenes por los márgenes rubios
de tus ojos
y se irán los pasajeros de tus lágrimas.
Vengo del Norte,
ella es hija de un humilde sereno
que vigila las calles de la conciencia,
ella trae la sabiduría de cultivar crisálidas
sobre los multiformes pétalos del alma.

Necesitaré un río para cruzar a las comarcas
donde se compra el grito de la felicidad eterna,
necesitaré una mano que bote las voluntades
río abajo,
necesitaré una corriente favorable a los deseos
y un puñado de brisa que apriete las edades.
Ella se quedará aquí consolando a la ribera,
protegiendo el capullo de la vida,
devanando los imperceptibles hilos de la existencia diaria.

Me iré con la última luna del invierno
y volveré enseguida;
volveré con la fluorescencia del verano,
con el saúco mágico del que comen los príncipes,
con la genciana donde se tiñen los crepúsculos.
Volveré con el azahar nupcial donde la libertad es virgen
siempre.

Esperad en vuestros puestos,
detrás de este paisaje de voz medicinal
donde la muerte no tiene aniversarios todavía.
Esperad sabiendo que regresaré muy pronto
y que ella estará en medio de vosotros como un estambre fiel,
como una catarata de respeto.

Vengo del Norte,
me mandan los patrones de la melancolía,
me mandan los barqueros de lo inolvidable,
los sabios cirujanos de las desilusiones,
los curtidos carabineros del ensueño.

(Para César y Ana)
 

Copyright © 2010 Camina Poesía Blogger Template by Dzignine